El jefe de la política exterior es nuestro presidente y nada se hace sin que lo disponga, por lo que hay que atribuirle tres acciones de la semana anterior cuyo mensaje es que está bien servida y que la soberanía nacional estuvo resguardada.

No es, necesariamente, que la gestión del servicio exterior sea buena ni se haya consolidado porque, hasta prueba en contrario, el país necesita un cuerpo diplomático profesional y una política exterior más dinámica, que sirva de manera exclusiva a los intereses de la nación en lo económico, político, turístico y cultural, que atraiga inversiones y eleve nuestra imagen.

Pero ese no es el tema; si decimos que la política exterior estuvo bien servida la semana pasada es para referir tres hechos protagonizados por Abinader.

El primero pero último en suceder, fue la negativa a firmar la “Declaración de Los Ángeles sobre migración y protección”, con lo que puso por delante el interés nacional ante las condiciones particulares del país, cuyo vecino es Haití.

Su excusa para no firmar fue salomónica, para no disgustar, pero es un gancho histórico dar el estatus de refugiados, con todo lo que implica, a los haitianos que crucen para este lado, porque en el fondo ese término significa “protección”, incluido hasta en el título de la declaración.

Tomó en cuenta a sus gobernados, porque para una decisión como esa se necesita un gran consenso para el que no existen las mínimas condiciones.

El segundo punto que se anotó Abinader fue su defensa tajante de nuestra nación en el tema haitiano al enrostrar, sin ambages, a la comunidad internacional su inconsecuencia.

Lo tercero es haberle llevado la contraria a Biden sobre excluir de la cumbre a Cuba, Nicaragua y Venezuela y, como si fuera poco decirle a EE.UU. que a la cumbre Iberoamericana, de la que seremos sede, asistirán todos los países.

Son tres acciones que debieran recibir el beneplácito de todos porque el presidente ha dejado claro que su prioridad es la seguridad y el bienestar de los dominicanos, y la defensa de la Constitución y las leyes.

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